Zsolt Németh: Muchas gracias, señor Primer Ministro. Ya lo he dicho: no se podía saber si iba a predicar un sacerdote o un político, ¿verdad? Gracias por la sonrisa de reconocimiento. ¡Y ahora, señoras y señores, pasemos a las preguntas! Quisiera pedir a nuestros ponentes que tomen una pluma, voy a leer rápidamente las preguntas, y después ellos podrán decidir a cuáles desean responder. Preguntas relacionadas con los húngaros fuera de las fronteras: ¿Cómo se puede implicar más a los jóvenes en la vida de la comunidad nacional? ¿Cuál considera su mayor logro en relación con los húngaros que viven fuera de las fronteras? ¿En qué pueden ayudarse mutuamente los jóvenes de Transilvania y de Hungría? Bueno, esta pregunta está relacionada con la primera. ¿Qué les diría a los jóvenes que preferirían mudarse al Oeste? Deporte…, hasta ahora, de forma incomprensible, no ha salido el tema. ¿Qué piensa respecto a la clasificación de Hungría para el Mundial de 2026? Unión Europea: ¿Cómo puede hoy un joven en Hungría formar una familia con seguridad social, si los servicios estatales a menudo están infradotados? ¿Mantendrán la estricta política migratoria? Si usted se sentara durante un año en el sillón de Ursula von der Leyen, ¿cuáles serían sus tres primeras medidas para salvar la Unión Europea? ¿Es posible regular legalmente –por medio de disposiciones legales y reglamentos, dentro del marco democrático– la libertad de expresión cuando esta se manifieste en formas extremas y humillantes? ¿Qué significa para usted una Hungría soberana dentro de la Unión Europea? Y finalmente, algunas preguntas de carácter más personal: ¿Considera que Tusványos es más bien un festival o un evento político? ¿Quién es su modelo para seguir, ya sea en el ámbito personal o político? ¿Cuál era su símbolo en el jardín de infancia? ¿Cuál era su juego favorito de la infancia? (El señor obispo también puede responder a esta.) ¿Cuál es su helado favorito? Y no hay más. “Le deseo que en 2026 podamos darle la bienvenida en Tusványos como Primer Ministro de Hungría. ¡Puede contar con nosotros!” – dice una maestra de Transilvania.
László Tőkés: Empiezo con una confesión personal. Siempre he buscado la manera de poder decirlo ante el mayor público posible. Muy a menudo me ocurre que, estando en Hungría o en Transilvania, me encuentro con personas, entablamos conversación y me preguntan cómo transcurre nuestra vida en Hungría, en Budapest. Se ha extendido bastante ampliamente este malentendido, que para mí es directamente ofensivo, y aquí es donde me conecto con una de las preguntas planteadas, ya que tengo una convicción casi religiosa de que aquí es donde debes vivir y morir. Y en esta cuestión no discuto con quienes gustan de relativizar el eterno dilema de irse o quedarse. Ahora no hablo de casos extremos o situaciones excepcionales, como cuando uno debe marcharse por motivos de salud u otros similares, pero yo celebraría un referéndum sobre si nos quedamos o nos vamos, porque nuestra visión de futuro también incluye saber con quién podemos contar. Véase el lema actual: ¿con quién podemos contar? ¿Tenemos reservas suficientes de fuerza? Usando un término de moda: ¿tenemos recursos humanos adecuados? Y así sucesivamente. Lamentablemente, el pueblo húngaro de Transilvania tiene una actitud ambivalente respecto a esta cuestión. Recuerdo que cuando nos preparábamos para las elecciones al Parlamento Europeo, había una pregunta dirigida a adultos sobre si deseaban abandonar Transilvania, su tierra natal. No recuerdo con precisión la forma en la que se redactó la pregunta, pero ese era el sentido. Aproximadamente el 75% de las personas declararon que no querían irse de Transilvania. La otra pregunta paralela era: ¿Dónde imaginan el futuro de sus hijos? Y allí, ya era la mitad que dijo que también imaginaban el futuro de sus hijos aquí. Estamos en un estado de esquizofrenia mental. Yo entiendo a los que se van, pero si queremos vivir, debemos afirmar que aquí debemos vivir y morir, y debemos formar nuestro pensamiento, nuestra actitud política, nuestras relaciones y nuestro futuro en función de ello. No es necesario estar de acuerdo con lo que digo, pero si no educamos a nuestros hijos con convicción en el amor a la patria, en la fidelidad, en el apego a nuestra tierra natal, entonces ellos tampoco lo tomarán en serio. Seamos realistas: ni siquiera así lo toman en serio, pero si no damos suficiente peso a esta cuestión, con certeza no lo harán. Así que hago público que nunca nos hemos mudado a Budapest. Probablemente la confusión proviene del hecho de que en su momento ingresé al Parlamento Europeo por la lista de Fidesz, y eso se interpretó como mi repatriación. Pero yo soy un radical defensor de quedarse, en el sentido más noble de la palabra, y en este sentido pido a todos que no deserten. Si hay alguna manera, quédense aquí. Además, ahora tengo argumentos racionales: ¿quién querría trasladarse a un mundo occidental revuelto, caótico, sin fe, que cambia de forma tan impredecible? Hoy ya no reconozco aquella América que, hace diez, quince o veinte años, aún me otorgaba condecoraciones. Barack Obama —horribile dictu— incluso saludó la revolución de Timișoara en su momento. Pues bien, eso ya quedó muy atrás, y gracias al primer ministro Viktor Orbán, nuestra imagen en América está mejorando.
Zsolt Németh: Aquí hay que vivir y morir. Le agradecemos sinceramente esta sentencia, señor Obispo. ¡Señor Primer Ministro!
Voy a respaldar primero lo que ha dicho el señor Obispo con una experiencia personal. No voy a evocar en todos sus detalles la duración, ni las circunstancias o la atmósfera de aquella noche, pero para entonces ya estábamos cantando en voz alta, y fue entonces cuando supe ¿cuál era la canción que el señor Obispo cantaba en momentos como aquello: “¿Por qué te inclinaste hacia el forastero?”. Y trata precisamente de esto. Ahora veamos mis preguntas.
¿Tusványos es política o un festival? Lo bueno de Tusványos es que todavía es como eran las cosas antes del mundo moderno, cuando la vida no estaba fragmentada. Es un todo completo, tal como es. En Tusványos no hay que ponerse a filosofar demasiado, sino simplemente vivirlo. Eso es lo que pienso, por eso vengo cada año.
¿Pueden los jóvenes húngaros de hoy conectarse con la comunidad nacional? ¡Buena pregunta! Verán, hay dos tipos de jóvenes. Uno es el que reflexiona sobre esto, y el otro es el que no. Nos cuesta pensar con la cabeza de quienes se plantean esta cuestión, porque nosotros no lo consideramos una pregunta, sino una realidad dada. Dios así lo dispuso: nacimos húngaros, pertenecemos a esta comunidad, y de eso se derivan ciertas cosas. Hay una tarea, un deber, una vocación que debemos cumplir. No nacimos húngaros por casualidad, sino porque Dios, de forma misteriosa, así lo quiso. Y no corresponde ni está bien huir de ello; al contrario, hay que asumirlo y estar a la altura de lo que el destino traiga. Así que no nos preguntamos cómo podría un joven vincularse con la comunidad nacional, porque nosotros mismos somos la comunidad nacional. Pero hay quienes sí se hacen esta pregunta. ¿Y por qué no iba un joven a cuestionárselo todo? Desde las preguntas más profundas sobre la fe hasta las más profundas sobre la nación. No debemos negar que la juventud tiene el privilegio de ponerlo todo en duda, incluso si ya ha recibido todas las respuestas. Siempre habrá una nueva pregunta. Quien tenga hijos bien lo sabe. Aceptémoslo como algo natural. Yo pienso que, aunque escapes, amigo mío, al final siempre volverás. Tal vez no lo sepas aún a los 18 o 19 años, pero siempre es así. Y nosotros, los que nos quedamos en casa, los que estamos aquí, tenemos una sola tarea: que, cuando tú te hayas ido y cambies de opinión, tengas adónde volver. Esa es nuestra labor. Y ese lugar, sí existe. Entonces, la verdadera pregunta es: ¿tienen los jóvenes un lugar al que puedan regresar después de algunos años de “aprendizaje errante”? Recorrer el mundo es algo que considero un deseo legítimo en todos los jóvenes. ¿Existirá ese lugar al que puedan volver? Esa es la cuestión. Y en eso trabajamos. Trabajamos para que haya húngaros en Transilvania, para que el húngaro de Transilvania tenga adónde regresar. Para que haya húngaros en Budapest. Y para evitar males mayores, ahora no voy a filosofar sobre el tema, solo prefiero recordar una conversación. Escuché una vez, en una charla privada, no pública, a un gran filósofo. Un hombre admirable, siempre comprometido con la resistencia cívica y nacional, pero una persona pacífica. ¿Quizá tú también recuerdas a Karátson? Gábor Karátson. Él contó que una vez, quizá en los años 60, tuvo la oportunidad de pasar un tiempo más largo en Transilvania. Luego volvió en tren. Llegó a la Estación Nyugati. Se sentó en las escaleras de la estación, miró a su alrededor y dijo: “Me pregunté: pero ¿adónde se han ido los húngaros de aquí?”. Por eso tenemos que trabajar también para que en Hungría haya húngaros, y para que los jóvenes vean que Hungría es el mejor lugar para realizar sus deseos de vida, su búsqueda de la felicidad. Es decir, deben tener oportunidades. No se trata de darles cosas, porque los jóvenes no aprecian que se les dé algo —al menos nosotros éramos así—. Les gusta tener oportunidades. No quieren regalos, no quieren cosas falsas, quieren oportunidades reales, donde ellos puedan demostrar y construir por sí mismos. Por eso considero —repito— que también desde el punto de vista de la construcción nacional es un avance que en Hungría un joven de 18 años pueda decidir —si no en ese momento, entonces más tarde— convertirse en propietario de su propio hogar. Eso nunca ha existido en ningún país de Europa Occidental, y en Hungría, a partir de ahora, sí existirá. Cuando hablamos de una Hungría favorable a la familia, en realidad hablamos de toda una trayectoria de vida: desde el préstamo para trabajadores, el préstamo estudiantil, la vivienda propia, la exención del impuesto sobre la renta hasta los 25 años, si eres mujer y has tenido hijos, hasta los 30 años no pagas IRPF y luego empieza el sistema de apoyo a las familias. Al 3% de interés del programa de vivienda Otthon Start se suma también el “CSOK” (subsidio familiar), seguido por las deducciones fiscales por hijos, que te acompañan hasta el final de tu vida. Entonces, cuando hablamos de una Hungría favorable a la familia, hablamos de una política de gobierno bien pensada. No digo que sea perfecta, pero sí está diseñada de acuerdo con una lógica: cómo se desarrolla la vida de una persona que vive en familia, y cómo puede el Estado —que es la fuerza organizativa de la comunidad nacional— ofrecer algún tipo de ayuda.
El logro más importante para mí, aquí, más allá de la frontera, son las guarderías: que haya cuantas más guarderías posibles donde se atienda a los niños en húngaro, es lo que más cerca está de mi corazón.
El Mundial de fútbol. Mi principio es que nunca hay que conformarse con menos de lo que ya se ha logrado una vez. Nosotros jugamos dos veces la final del Mundial. No digo que eso nos espere ya en 2026, no soy tan impaciente, pero creo que esto debe suceder todavía en el transcurso de mi vida, y creo firmemente que así será.
Si yo fuera von der Leyen —lo que evidentemente no sería algo sencillo—, ¿cuáles serían mis tres primeras medidas? Primero: tomaría una decisión inmediata y dimitiría. Lo que no funciona, no hay que forzarlo. Pero si me tomo en serio la pregunta, con dos medidas me bastaría. La primera sería restablecer el equilibrio entre las competencias de los Estados miembros y las de la Unión Europea. Hay que devolver los derechos que les fueron arrebatados a las naciones. La segunda medida —que sería una operación diplomática terriblemente compleja— sería empezar a construir la Europa de círculos concéntricos, porque, así como está, esto no se sostiene. Se desintegra, decae, se desmorona, crujen sus costuras, su ampliación es inviable: no dejamos entrar a quienes deberíamos —como a los serbios y a otros pueblos eslavos del sur—, y sí aceptamos a quienes no deberíamos —como a los ucranianos—; dejamos salir a los británicos, a quienes no debimos dejar marchar. Y de alguna forma habría que volver a unir todo eso. Tal como está, no funciona. Porque no somos capaces de crear una construcción europea en la que todas las naciones se sientan bien, cómodas y felices del mismo modo. Eso no se puede lograr. Por eso necesitamos crear círculos concéntricos, y cada nación debe decidir a qué círculo de la construcción europea quiere pertenecer. El primer círculo sería el de la seguridad. Ahí caben incluso los turcos y también los ucranianos. Este círculo abarca también la seguridad energética. El segundo círculo es el de las libertades de movimiento: un mercado interior único, es decir, un Schengen económico. El tercero es el círculo de la cartera común: los que tienen el euro. Y el cuarto es el círculo de las instituciones constitucionales. Los que deseen unos Estados Unidos de Europa en miniatura, una unión constitucional y política, una “ever closer union”, que se unan a ese círculo. Pero nosotros no queremos eso, no queremos formar parte de ese círculo. Así que construir una Europa basada en círculos concéntricos es la única posibilidad de salvar la Unión Europea. De lo contrario, la UE se desintegrará. No colapsará de golpe, como solemos imaginar, sino que comenzará a enlazarse con puntos de referencia externos, como fue con los británicos. No habrá un gran estallido, sino que vamos a tomar decisiones que los Estados miembros simplemente dejarán de cumplir. Primero unos, luego otros. Así ya está ocurriendo con la migración. Nosotros fuimos los primeros en romper las reglas, pero los alemanes tampoco cumplen el pacto migratorio, y ni los polacos. Y así continúa: cada vez más decisiones tomadas, cada vez menos ejecutadas, y el conjunto quedará paralizado. Si queremos evitarlo y que todo el sistema funcione, necesitamos una estructura europea circular.
¿Qué es una Hungría soberana? Una Hungría soberana significa que vivimos como queremos, como nos gusta vivir, a la manera húngara. Significa que nadie más puede decirnos cómo debemos vivir. Nadie puede decirnos con quiénes debemos vivir. Ni hablar de que nos impongan migrantes. Si nos imponen migrantes, no somos un país soberano. Somos nosotros quienes decidimos cómo educamos a nuestros hijos. Si nos imponen la ideología de género, no somos un país soberano. Y también somos nosotros quienes decidimos si queremos ir a la guerra, con quién y cuándo, y si es que queremos. Que no nos lo digan desde fuera. Si todo esto ocurre —y hoy en día estas presiones son reales—, entonces Hungría no es soberana. Hoy, aún somos nosotros quienes decidimos cómo educamos a los hijos, no dejamos entrar a los migrantes, decidimos con quién vivimos y no vamos a la guerra porque no queremos. Hungría hoy sigue siendo un país soberano, pero por ello hay que luchar cada día.
En cuanto a mi símbolo de guardería, no lo sé, pero según los malintencionados, obviamente fue el tocino. Y quien me conoce, sabe que en eso hay poca exageración.
Y en cuanto al helado, por supuesto que sería el de ponche, porque ya estoy en esa edad en la que uno se pone romántico y añora los sabores de antaño.
Y, por último, el referente. Solo puedo decir que todavía estoy al principio, no he elegido ninguno.
¡Gracias por su amable atención!
Zsolt Németh: ¡Muchas gracias! Fue un placer, amigo mío. Damas y caballeros, este fue el evento principal de la edición número 34 de Tusványos. Hemos escuchado una gran estrategia de parte del señor Primer Ministro que es realmente grande y también parece una estrategia. Quisiera repetir y destacar un elemento: quizás la pregunta más importante, desde el punto de vista de nuestro futuro, es la respuesta adecuada a la relación entre la nación y el cristianismo, tanto a nivel individual, comunitario como nacional. ¡Muchas gracias por estas reflexiones, señor Primer Ministro! Y, queridos amigos, ¡nos vemos del 21 al 26 de julio de 2026! Todos deben marcarlo en su calendario, y entonces, como el señor Primer Ministro anticipó, esperamos escuchar un planteamiento que abra un nuevo ciclo gubernamental. ¡Muchas gracias por su atención y que lo pasen bien! Esta noche nos vemos aquí, en el gran escenario, con nuestra invitada Ruzsa Magdi.