Señoras y señores:
Húngaros amantes de la paz de todo el mundo, en el territorio nacional y más allá:
Saludos a todos. Enviamos nuestros saludos y pedimos la bendición de Dios a los húngaros en Transcarpatia que, privados de sus derechos, han estado esperando el fin de la guerra durante dos años, a la sombra de los horrores de la guerra. Os deseamos perseverancia, estamos con vosotros, pensamos en vosotros, y os animamos: no está lejos el día en que vuestro destino cambie para mejor. También enviamos nuestros saludos al primer ministro eslovaco Robert Fico, partidario de la paz. A Robert Fico le dispararon porque estaba por la paz. Por poco dio su vida por la paz. Pero es sumamente resistente, no es el tipo que se deja eliminar. Volverá a nosotros, y Eslovaquia seguirá luchando junto con Hungría por la paz. Robert, te estamos esperando de vuelta. ¡Que te mejores cuanto antes!
Después de dos años, es bueno volver a vernos. La última vez, nos vimos en el apogeo de una campaña electoral. ¡Qué victoria cosechamos, amigos! Fue la mayor victoria de la historia, y la mayor derrota para los equipos combinados de la izquierda. ¡Qué creídos eran! Rugieron como leones pero resultó que tenían garras hechas de pasta de papel. Eran un tigre de papel empapado en la primera ducha de primavera. Fingieron ser cometas, para luego impactar contra la Tierra. Nuestra victoria, amigos, no solo fue visible desde la Luna. Nuestra victoria elevó el precio de las acciones de Hungría en la bolsa política de cada capital europea. Y por mucho que algunos quieran comprarlas, no están a la venta. Son tan valiosas precisamente porque no están a la venta, ni a Bruselas, ni a Washington, ni a George Soros.
Señoras y señores:
Nunca antes nos habíamos reunido en una multitud tan grande antes de las elecciones europeas. Si sopláramos sobre nuestros rivales, volarían hasta Bruselas. Pero no lo haremos, porque en Bruselas ya hay suficientes políticos a favor de la guerra y no llevamos leña al monte. Preferimos enviar a nuestros candidatos, encabezados por Tamás Deutsch, para ocupar Bruselas. Lo que se necesita allí son personas como nosotros que no creen en la guerra y la violencia, pero que creen en el poder del amor y la unión.
Amigos:
Hemos venido a la isla de Santa Margarita porque es una isla de paz. Santa Margarita trajo paz a los húngaros. Cuando los tártaros asolaron nuestra patria, y solo la oración ayudó, el rey ofreció a su hija al servicio de Dios a cambio de paz. Así fue, los tártaros se fueron, la paz se hizo, y Santa Margarita se ordenó en el convento local. Antes de Margarita, este lugar se llamaba la isla de los conejos, pero estos animales no nos interesan hoy. Los conejitos no tienen lugar aquí, porque lo que necesitamos ahora es un gran acto valiente. Tenemos que ganar las elecciones europeas de manera que los burócratas de Bruselas nos abran las puertas de la ciudad y se apresuren a salir de sus oficinas.
Amigos:
Desde el otoño de 2006, hemos ganado todas las elecciones: parlamentarias, locales y europeas. Desde el otoño de 2006, sólo nosotros hemos ganado las elecciones en Hungría. Hemos ganado once veces seguidas. Récord absoluto. KO, victoria por nocaut. No hay disputa. Nos encanta hacerlo. Nuestro bando es el más grande, nuestra unidad es la más estable de toda Europa. Somos los mejores activistas electorales. Tenemos el ejército electoral más grande. Nunca nadie ha podido reunir a tantas personas por la paz. Porque el único objetivo del ejército electoral húngaro es preservar la paz. Somos el cuerpo de paz más grande de Europa. Somos la fuerza de mantenimiento de la paz más grande de Europa. Estamos en cada plaza, avenida, calle principal y lateral del país, en los pueblos, en las granjas e incluso en los graneros. La próxima semana, llamaremos a millones de puertas y hablaremos con millones de húngaros. Somos la alianza Fidesz–KDNP y la próxima semana estableceremos el récord mundial de movilización.
Una vez más, estamos al borde de una gran victoria. Todo está a nuestro favor. La fuerza, el ingenio, la perseverancia, la buena causa a la que servimos, así como la condición y las habilidades de nuestros rivales. Entre nosotros hay orden y fuerza. Entre nuestros rivales hay violencia, forcejeo electoral e intrigas a empujones. Ellos no quieren derrotar a la guerra, quieren derrotarse unos a otros. No tenemos nada que ver con ellos, dejemos que se golpeen entre ellos. Cada bofetada va al lugar adecuado. Hemos pasado 42 días de campaña. Ahora solo tenemos que pasar por la próxima semana a nuestro ritmo acompasado. Esa será la verdadera campaña. Es cierto que el día para todos consiste en 24 horas pero será más largo para quien se levante más temprano. Después de todo, somos el partido de los húngaros madrugadores, y a quien madruga, Dios le ayuda –en las elecciones–. Otra semana de trabajo duro, el legendario esprint final de Fidesz, y eliminaremos al enemigo del campo. Tenemos una gran ocasión para meter el gol. Sólo falta pasar la pelota. Se puede introducirla en la meta lentamente o a la fuerza. Pero tan fácil como es, es tan fácil malograrlo. Si nos confiamos, si no nos concentramos, si nos desanimamos, podremos fallar. La rutina es una ventaja en el trabajo del gobierno. La mano experimentada sostiene el timón con mayor firmeza. Pero en la campaña, la rutina es un veneno. En la campaña, la rutina mata. La victoria acostumbrada hace que nos engriamos. Y una persona engreída quiere animar desde el sofá, en vez de hacer esfuerzos en el campo por la victoria.
Amigos, una buena campaña requiere una voluntad común, una campaña exitosa requiere corazón, una elección ganadora requiere pasión. La victoria política nunca se da por hecho. Pasión y victoria, o rutina y derrota. No hay otra manera. Al igual que en el matrimonio, el cuerpo es poco, también se necesita el amor. Ni siquiera el deportivo más rápido puede ganar sin combustible. La pasión es el combustible de la derecha. Y nosotros tenemos un gran amor en común, llamado Hungría. Y hoy estamos aquí para repostar. Necesitamos cada gota de energía. La necesitamos porque la tarea que tenemos por delante es más grande que nunca. Debemos impedir que Europa entre en guerra y siembre su propia destrucción.
Amigos:
Europa se está preparando para la guerra. Cada día se anuncia la entrega de otro tramo del camino al infierno. Cada día se nos abruma con cientos de miles de millones de euros para Ucrania, con el despliegue de armas nucleares en medio de Europa, con el alistamiento de nuestros hijos en un ejército extranjero, con la misión de la OTAN en Ucrania, con las unidades militares europeas a enviarse a Ucrania. Amigos, parece que el tren pro-guerra no tiene frenos y el maquinista se ha vuelto loco. Nuestro cometido en las elecciones europeas no será menos que parar este tren. Deberemos tirar del freno de emergencia para que, quien quiera, pueda bajarse y mantenerse fuera de la guerra. El Gobierno húngaro sabe cómo hacerlo. Sabemos cómo alejarnos de las cosas fatales. Hemos desacoplado a tiempo el vagón de los húngaros del tren promigratorio, que está corriendo hacia el autoabandono de las naciones. ¡Alto a la migración! También hemos rescatado a los niños húngaros de las manos de peligrosos y repugnantes activistas de género. ¡Alto al género! Tampoco permitiremos que nuestros hijos y nietos sean metidos en vagones rumbo al frente ucraniano. ¡Alto a la guerra! Quien quiera ir al infierno, que vaya para allí. No migration! No gender! No war! –para que nos entiendan en Bruselas.
Amigos:
Somos el único gobierno a favor de la paz en la Unión. El Vaticano también está del lado de la paz, pero representa un reino que no es de este mundo, por lo que, en la Europa apóstata, no será suficiente para detener el tren que está corriendo hacia la guerra. Necesitamos el peso y la influencia de las fuerzas políticas para la paz. Hoy, por lo tanto, cada voto a Fidesz–KDNP vale dos: aumenta el peso de los europeos a favor de la paz y confirma la decisión de Hungría, que se queda fuera de la guerra. Hablemos claro. Cada voto a Fidesz–KDNP salva vidas. Sólo podemos quedarnos fuera de la guerra si el electorado húngaro fortalece al gobierno. Ninguna otra fuerza política puede hacerlo. Y sin el pueblo, no podemos hacer frente a una fuerza tan superada en número. Nuestro país sólo podrá mantenerse fuera de la guerra si obtenemos la mayor victoria electoral de Europa.
Enfrentemos la realidad: si la izquierda gana, será sólo cuestión de tiempo antes de que la guerra nos alcance. Los partidarios de la guerra se han situado fuera del sentido común. Los partidarios de la guerra se han emborrachado. Quieren derrotar a Rusia, tal como intentaron hacerlo en la Primera y Segunda Guerras Mundiales. De hecho, están listos para chocar con todo el Este. Creen que ganarán en esta guerra. Pero la intoxicación bélica es como una droga: los adictos no se sienten responsables de nada. No escuchan a nadie. Te pasan por encima. No sienten remordimiento. No les importamos, ni tú, ni tu vida, ni tu familia, ni tu casa para la que has trabajado, ni tu futuro para el que trabajas cada día. A ellos no les importa el futuro de tus hijos. Es imposible convencerlos. Por eso, no tenemos que convencerlos, sino derrotarlos.
Señoras y señores:
Amigos:
Los padres fundadores de la Unión Europea tenían razón: Europa no puede soportar otra guerra. Por eso crearon la Unión Europea. Antes de la Primera Guerra Mundial, Europa era el gobernante del mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial, ya no tenía el control de sí mismo, y fue ocupada por imperios extranjeros en Occidente y Oriente. Ahora desempeñamos un papel secundario. Tal como están las cosas, después de otra guerra, Europa no estará en la orquesta que da el ritmo del mundo, si es que queda alguna orquesta. Esto es aún más cierto para Hungría: en la guerra, no tenemos nada que ganar, pero todo que perder. En el pasado también nos arrastraron a guerras contra nuestra voluntad, por lo que fuimos derrotados. Lo mismo pasaría ahora, en 2024. En la Primera Guerra Mundial, perdimos dos tercios del país. Durante la Segunda Guerra Mundial, el potente ejército húngaro fue destruido en suelo extranjero. No nos quedaba nadie para defender la patria, la tierra, a las mujeres y a los niños. Ni siquiera nos quedaba la fuerza para negociar con los futuros ganadores. En las dos guerras mundiales, los húngaros perdimos un millón y medio de personas y con ellas sus futuros hijos y nietos. ¡Qué país tan fuerte tendríamos si todos vivieran ahora! Y ahora, de nuevo, se espera de nosotros que participemos en otra guerra. Digo lentamente para que nos entiendan en Bruselas: no iremos a la guerra. La tercera vez ya no iremos al este, no volveremos al frente ruso. Ya hemos estado allí, no tenemos nada que hacer allí. No sacrificaremos a los jóvenes húngaros para que los especuladores de guerra se llenen los bolsillos. Decimos “no” al plan militar ideado en aras del dinero, de los bienes que se podrían amontonar en Ucrania y de las grandes potencias. Es un plan viejo, y lo conocemos muy bien. George Soros escribió su guion fatal hace treinta años, según el cual Rusia puede ser derrotada por la tecnología occidental y los efectivos orientales de Europa, reemplazando a las personas perdidas por migrantes.
Amigos:
La izquierda húngara está al servicio de George Soros. Él financia los medios izquierdistas y su gente está en todas sus listas electorales. Quien no obedezca no recibe dólares. Y la izquierda húngara está dispuesta a obedecer, traicionando incluso a sus propios votantes a favor de la paz, para asumir el poder. Pero nosotros, el bando nacional, nos negamos a obedecer a los generales de Bruselas del Plan Soros. En vez de obedecer, vamos a despedirlos. ¡Adiós!
Han asumido mucho pero no han cumplido nada. Han prometido una agricultura próspera pero han provocado la mayor manifestación de agricultores del mundo. Han prometido detener a los migrantes pero más bien les han enviado una carta de invitación. Han prometido sanciones para detener la guerra, pero la situación es más horrible de lo que era. Basta de que Bruselas respalde a Soros. ¡Tienen que irse! Hoy, los líderes a favor de la guerra son mayoría. Pero no es la primera vez que los húngaros nos enfrentamos a la amenaza de la superioridad. Hemos aprendido que las batallas no deben ganarse en el espacio, sino en el tiempo. Siempre hay que ganar tiempo. Quien gana tiempo gana la paz. Hemos sobrevivido muchas guerras desde la Conquista de la Patria, y todavía estamos aquí. Y todavía somos nosotros que estamos aquí.
Amigos:
Mucha gente cree que el mal no existe. Pero detrás de las guerras mundiales está el mal. No nos rindamos a él. Ha llegado el momento del exorcismo. O ganamos nosotros o ellos ganan. No hay una tercera vía, sólo la Tercera Guerra Mundial. ¡Mostrémosle a Soros y a su gente quiénes somos!
Señoras y señores:
Hoy Hungría es más fuerte que en cualquier otro momento de los últimos cien años. Es una isla tranquila y fuerte en medio de Europa. Colaboradora por dentro, y unida por fuera. Ese es el secreto del éxito. Por lo tanto, hoy seguimos en paz. Pero la pregunta crucial ya está golpeando nuestra puerta: ¿vamos a renunciar a la paz? Renunciar a la paz significa la muerte asumida en aras de Ucrania. ¿Queremos dar sangre húngara por Ucrania? ¡No queremos! No iremos a la guerra y no moriremos en tierras extranjeras por otros. Esta es la verdad de los húngaros. Y ahora nuestro deber es hacer de la verdad de los húngaros una verdad europea, si Dios nos lo permite.
Estimados amigos:
Estimada Marcha por la Paz:
Europa no ha visto una elección así. Las armas retumban en un país limítrofe el día de las elecciones. Las grandes guerras no vienen de la nada. Crisis económica, escasez de materias primas, carrera armamentista, epidemias, falsos profetas, asesinatos, sombras siniestras a nuestro alrededor. Así es como suele empezar. Ha habido generaciones en la tierra –las de nuestros abuelos y tatarabuelos– cuyas peores pesadillas se han hecho realidad. Estamos observando las señales. Vemos la escritura en la pared. Los húngaros conocen la naturaleza de la guerra. Las guerras siempre terminan de manera diferente a como se pensaba al principio. Es por eso que millones de jóvenes europeos hoy están enterrados en fosas comunes. Por eso no hay suficientes europeos ni suficientes niños europeos. La guerra mata. Alguien muere con un arma en la mano. Alguien huyendo. Alguien en un bombardeo. Alguien en la prisión del enemigo. Alguien en una epidemia. Alguien se muere de hambre. Algunos son torturados. Algunos son violados. Algunos son tomados como esclavos. Innumerables filas de tumbas. Madres llorando por sus hijos. Mujeres llorando por sus esposos. Tantas vidas perdidas. Sabemos una cosa: donde la guerra pisa, no hay escape. La guerra te alcanza. No puedes evadir ni esconderte de ella.
El único antídoto contra la guerra es la paz. Mantenerse fuera de la guerra y preservar Hungría como una isla de paz. Esta es nuestra misión. Y si queremos que la guerra no nos alcance, tenemos que detenerla. ¡Ahora! Esta paz no puede lograrse con armas. Esta guerra no tiene solución en el campo de batalla. Allí sólo hay muertos y devastación. Necesitamos un alto el fuego y negociaciones. Pero antes que nada, hay que ganar las elecciones. Las elecciones deben ganarse la semana que viene. Y dentro de una semana tendremos refuerzos de todos los países de Europa y seremos capaces de formar una coalición europea pro-paz en Bruselas. En el otoño, los estadounidenses podrán elegir un presidente a favor de la paz y con ellos podremos reunir una coalición de paz panoccidental y transatlántica. Éramos una minoría a principios de año, y a finales de año, podríamos tener una mayoría en todo el mundo occidental.
Amigos:
Dios creó el mundo en seis días y ordenó el descanso para el séptimo día. Pero, por desgracia, ahora nosotros no podemos descansar en el séptimo día. Hay que pisar el acelerador a fondo a máxima velocidad. Sólo habrá una victoria si todos salimos a votar. ¡Sólo paz! ¡Sólo Fidesz!
¡Dios sobre todos nosotros! ¡Hungría por encima de todo! ¡Vamos, Hungría, vamos, húngaros!